viernes, 22 de junio de 2012

Dejen que entre el brillo del sol



Viajaron muchos kilómetros para verlo, para encontrarlo, para que se reencuentren.
Sheila, la rubia acomodada, se había enamorado de Claudio, el rubio campesino que se había alistado para ir a pelear a Vietnam. Los amigos, incondicionales, hicieron todo lo posible como para que se pudieran ver antes de la partida. ¿Pero cómo entrar al cuartel? ¿Cómo llegar a ese soldado que ya no podía volver sus pasos atrás?
Viajaron muchos kilómetros, cantando, felices, cabellos largos, muy largos, al viento. Y se la ingeniaron. Sheila simuló conquistar a un oficial del glorioso ejército yanqui  y le robó el uniforme, mientras Berger sacrificaba sus largos cabellos por la noble causa: ingresar al cuartel disfrazado de oficial y permitir así que Claudio abandone por un rato la milicia y pueda despedirse de Sheila.
Pero los militares —no solo los yanquis— son impredecibles. Berger, contento y orgulloso de ayudar a su amigo, ocupaba el puesto de Claudio cuando alistaron a la compañía para partir al infierno. No volvió a tiempo Claudio para ocupar su lugar y devolver a Berger a su mundo natural.
El avión partió.
El final es emocionante. Los amigos de Berger, incluido Claudio, lo despiden cantando “let the sunshine in” ante un cementerio de miles de lápidas blancas, con una placa con nombre equivocado, con cuerpo cambiado.
Un verdadero canto a la amistad y a la paz.



2 comentarios:

  1. How que historia y que final... Di todo por su amigo, hasta la vida
    Un abrazo

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  2. Ësta pelicula la ví cuando tenía 15 años, año 1979, plena época de dictadura. Me marcó para toda la vida. EXCELENTE!!!!
    Abrazo
    Walter Currás

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